El Centro Histórico vivió una nueva edición de Quitunes

La música acompaña los pasos de los danzantes frente al Centro Cultural Metropolitano. Una cuadra más al sur, un grupo de artistas hace malabares. Frente al Museo de la Ciudad jóvenes y adultos se divierten jugando al sapo, saltando la soga, haciendo bailar el trompo o jugando a la Rayuela.

En el Museo de la Ciudad, un grupo de visitantes conoce sobre los obrajes, las cererías, la vida de Mariana de Jesús y los cuadros religiosos que servían para enseñar, a todos, sobre la religión, los pecados y los castigos. Todo esto forma parte de los Quitunes, de este lunes 5 de agosto.

En el recorrido nos encontramos con David Cedeño. Él juega, con otros chicos al sapo, tratando de atinarle con la argolla de acero en la boca del sapo y así ganar puntos. «Me parece que Quitunes está genial. Acabo de ver las bandas y los bailes. A uno le incentiva a investigar sobre lo que es la cultura de nuestro país, sobre los distintos bailes. Sobre los juegos tradicionales. Ahorita estoy jugando y me parece full bonito, porque son como las tradiciones que tenían nuestros padres, nuestros abuelos y recuperarlas me parece full interesante», dice.

Varios chicos, entre los 18 y 22 años, enseñan a los transeúntes a bailar el trompo. “Hazle tronar», dice uno de ellos y otro le responde «espera, para hacer la mariposa”. Muy divertidos. Personas de todas las edades inician la dura tarea de hacerle bailar al trompo, “No pude”, dice uno de ellos y alguien responde pero «no debes soltar la piola». Risas generales.

Alfredo Naranjo es oriundo de la provincia de Bolívar, sobre la propuesta de Quitunes y el rescate de los juegos tradicionales manifiesta que le «parece una propuesta positiva porque se está recuperando los juegos de antaño. Al igual que la presentación de las comparsas para que los turistas que visitan, día a día, el Centro Histórico, conozcan nuestra cultura, las fiestas tradicionales que existen en todas las ciudades de Ecuador y especialmente de Quito, la capital».

Jaime Jaya rescata espacios como el generado por Quitunes y los juegos tradicionales. “Para mí es un recuerdo hermoso porque con esto nos entreteníamos en mi barrio. Éramos buenos para el trompo, jugábamos apostando un pan. Esto me hace revivir gratos momentos. Tengo 80 años de edad”, concluye.

 

 

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