Laura cumplió su proceso de sanación en la Casa de la Mujer y salió del ‘círculo de violencia’

“Ingresé a la Casa de la Mujer porque fui víctima de un intento de femicidio. Llegué con mi hija mayor, que tiene 7 años, y yo en ese momento pasaba por un embarazo de alto riesgo”, cuenta Laura (nombre protegido), quien hoy, luego de casi seis meses de permanencia en la casa de acogida del Patronato San José, completó su proceso de sanación y está lista para construir un nuevo camino.

Para Laura al inicio no fue nada fácil. No tenía apoyo familiar, las condiciones de su embarazo la obligaron a estar hospitalizada antes de dar a luz y le impidieron estar cerca de su hija Tatiana (nombre protegido). “El personal de la Casa de la Mujer nos ayudó en todo sentido. Me dieron asistencia médica y a mi hija la ayudaron con el tema educativo, por lo que pudo pasar el año con excelentes notas”, menciona.

Cuando nació su hijo, el apoyo continuó con la dieta y los cuidados para Tatiana, quien se hizo amiga de las otras niñas y niños que habitan en la casa. Hoy, Bryan (nombre protegido) tiene tres meses de edad, es tranquilo y se encuentra saludable, ganándose el cariño de quienes trabajan allí las 24 horas del día: psicólogas, educadoras, abogada, trabajadora social y personal administrativo.

Además de haber culminado este proceso para su reinserción social y familiar, Laura no descuidó sus estudios universitarios y le falta apenas tres meses para terminar su carrera de enfermera geriátrica. “Aquí me impulsaron a continuar con mi profesión, pero también adquirí otras habilidades que me ayudarán a trabajar por mí misma y para mis hijos, sin depender de nadie”, asegura.

Aparte de los servicios integrales que cada usuaria, con sus hijas y/o hijos, tiene a su disposición, en el caso de Laura se logró establecer contacto con los familiares cercanos, para que ellos sean su apoyo. “Mi hermano y mi mamá me ayudarán con el cuidado de mis hijos, mientras yo esté en el trabajo y le dedique tiempo a lo que queda de mis estudios”, dice.

En medio de risas y lágrimas de alegría y nostalgia, tanto trabajadoras, como usuarias de la Casa de la Mujer acompañaron en el ritual de despedida: caminar desde el centro de un espiral, que está en uno de los patios, hacia afuera, lo que significa salir del círculo de la violencia, hacia un futuro de luz y esperanza, representada por las velas que cada una sostenía. Laura está lista para luchar por un futuro que ella misma lo diseñó en este último tiempo para su bienestar y el de su familia.

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