Centro Deportivo Metropolitano Iñaquito espacio todos
Josué Baquero llega al Centro Deportivo Metropolitano Iñaquito (CDMI) lleno de energía. Su rostro refleja emoción e interés. Sus ojos vivaces observan fijamente las pelotas y las raquetas de tenis. No se puede controlar más, está ansioso por compartir otra mañana deportiva de los Talleres Vacacionales. Su abuelita, que lo acompaña todos los días, no lo detiene más y se despide de él, eso sí, le pide que tenga mucho cuidado.
El niño de ocho años se marcha, y a los brincos se une con sus compañeros. Él no puede escuchar como sus amiguitos lo saludan; pero eso no le desanima. Hace gestos con sus manos y corresponde a las congratulaciones. El grupo que está a su alrededor observa lo que hace Josué. Todos sonríen y se marchan con su monitor.
“Me gustan estos talleres porque puedo compartir con muchos niños. Es un espacio que nos enseña a ser solidario y yo puedo colaborar con todos”, señala Josué, por medio de su intérprete.
Tenis, básquet, ajedrez, tenis de mesa, juegos lúdicos y natación son las actividades que ha realizado en estos 10 días. Josué está contento por todo lo que pudo conocer en los Talleres Vacacionales. Él espera volver al CDMI el próximo año, por medio de gestos indica que incluso podría ser profesor, le gustaría dar a conocer la lengua de señas.
“Espero que más niños como yo vengan acá, todos somos bienvenidos. Y quiero que todos aprendamos a comunicarnos bien”, agregó.
Fue una grata sorpresa la llegada de Josué a los talleres. Los monitores se prepararon para poder compartir con él e integrarlo en todas las actividades. Un momento especial fue cuando al niño lo eligieron para participar en una serie de concursos, en los que él ganó puntos para su equipo y al final recibió productos saludables como yogurt y gelatina.
La madre de Josué se enteró de los Talleres Vacacionales 2019 por medio de sus estudiantes. Hace un año lo envió a un curso vacacional de pintura, pero el deporte es lo que más hace feliz a su niño, así que le pareció una buena opción. Lo inscribió y, aunque tenía ciertas dudas, con el paso de los días se dio cuenta que no se equivocó.
“Todas las noches preparo a Josué para que vaya al Taller. Y mi suegra es quien lo lleva al Centro Deportivo. Me gusta que aprenda qué hacer en su tiempo libre”, agregó la señora.
La abuelita llega a buscar a Josué. Él toma su raqueta. Con mucho cuidado la guarda. Se despide con abrazos de los otros niños. La jornada vacacional termina. Mientras se marcha, Josué se desespera y con movimientos de sus manos indica todo lo que hizo. Una sonrisa se dibuja en él.