Entrevista: Black Mama es la fuerza de las cimarronas y los mensajes

Quito, 21 de julio (Quito Informa). – Ana Gabriela Cano, conocida musicalmente como Black Mama, nació en Esmeraldas en 1988. Su infancia transcurrió entre Quito y esa ciudad. Creció en un hogar de mujeres fuertes y a través de su música expresa las vivencias de su tierra, sus hijos y familia, la realidad de la sociedad, luchas y resistencias.

Black Mama lleva en la escena musical cerca de 15 años. Su música integra una fusión de estilos, del reggae al hip hop, la música afroecuatoriana, el rock, el funk, lo urbano, lo popular.

El sábado 22 de julio participará como parte del proyecto ‘Sucre Viajero’, de la Fundación Teatro Nacional Sucre, en el Parque lineal de Carapungo. En los ensayos previos a su presentación, conversamos con ella sobre su vida, sus mensajes y su música.

¿Quién es Black Mama?
Una negra esmeraldeña bastante cansada de muchas cosas, sin embargo, enamorada de mi historia, de mi provincia, de todo lo que puede llegar a ser, y decepcionada por que se le está quitando.

Soy el conjunto de las historias que escuché de mis abuelas, de mis tías, de mi mamá, de mujeres que tuvieron que levantar personas, casas, escuelas, a pesar de todos los obstáculos, en contra de todas las probabilidades. Black Mama es la personificación de la frase “no importa cuánto deba luchar, yo puedo”.

¿Cuál es tu historia? ¿De qué estás cansada? ¿De qué estás enamorada?
La situación con Esmeraldas y por qué le tengo un amor especial, es porque mi mamá migró bastante joven a Quito, con mis tías, por cuestiones de estudio. Desde siempre la gente ha emigrado a ciudades más grandes para educarse. En Esmeraldas en realidad sí hay cerebros impresionantes, que educan a los niños y jóvenes; pero está ese pensamiento de que en la provincia verde ‘nunca’, que proviene de la boca del propio esmeraldeño.

Mi mamá y mis tías estudiaron en Quito, pero siempre volvían a su ciudad. Yo nací en Esmeraldas, viví un tiempo en Quito de pequeña, luego regresé, hice un par de años de la escuela allá. Con frecuencia estuve yendo y viniendo. Mi ciudad siempre me he dado esa sensación de pertenencia, de un lugar en el que puedo caminar tranquila sin que mi tono de piel, o mi exuberancia, o el volumen de mi voz sea un foco de atención.

En Esmeraldas soy otra esmeraldeña, en Quito soy una negra, ¿me entiendes? Uno viene a sentir el color fuera de casa. Porque tienes el contraste de la sociedad te das cuenta de que, por alguna razón, te va a tocar luchar el doble, y justificar y empujar el doble, para obtener la mitad.

¿Cómo es este contraste?
En Quito, así me toque luchar más por ellas, las probabilidades están a la vuelta de la esquina. Esta condición de ser diferente puede jugar, a veces, en mi favor, por esto de ser la costeña exótica. Muchas veces también jugó en contra, pero en un punto entendí que tenía que sostenerme, que yo quería dejar una marca de lo que estaba sucediendo conmigo, con mi historia y con el lugar de donde vengo. Eso es lo primordial dentro de mi mensaje.
El contraste entre Quito y Esmeraldas es ver dos mundos totalmente diferentes, un mundo con avances tecnológicos, por educación, por varias cosas, y otro que es visitado por placer, porque de ahí se obtienen futbolistas, porque hay artistas, porque existe gente que nos entretiene, o van a sus playas, una provincia que está esperando ver el flujo de dinero para poder crecer.

¿Cómo se expresa Esmeraldas en tu música?
Para mí Esmeraldas es una piedra preciosa que se la han robado, la han dañado, roto y luego han dicho es culpa de la piedra que esto esté así. Es súper fuerte decir: todos los ladrones son esmeraldeños, eso es no entender que toda la gente tiene hambre. Y ahora nos envenenan, acaba de suceder un derrame de petróleo que se está tragando la playa donde me crie, la misma en donde matan a mis panas porque los narcos se llevaron todo el bulevar. La misma playa donde mi hijo mayor aprendió a caminar. Así me duele mi tierra.

Nosotros allá nos hemos quejado de todas las maneras posibles y la gente no quiere oir, lo único que escucha la gente es el baile, la fiesta, pero quienes somos de allá escuchamos el llanto detrás de una guitarra. Entonces necesito el arte para que se entienda qué es lo que está sucediendo con nosotros.

¿Cuándo descubriste que podías expresarlo a través del arte?
Cuando me di cuenta de que en Esmeraldas todas las cosas se hacen cantando. Los negros en general todo lo hacemos así. el pescado lo vendemos cantando, las penas las cantamos, las noticias se las dice cantando. Es una arteria histórica que viene desde el África, desde la boca de los griots, la herencia oral. Y eso ha hecho que prevalezca con una parte de nuestra religión, de nuestras lenguas que nos fueron arrebatadas.

Esa herencia es muy importante en mi familia, y empieza en una tarde de café cuando mi abuela contaba la historia de su abuela, y a su vez con la abuela de ella, y de a poco conocíamos lo ocurrido con nuestra tatarabuela. Entendí que la palabra, es un arma, una herramienta, y así entendí que la palaba iba a ser mi herramienta.

Tú música habla de oralidad o de ancestralidad, pero también hay otros temas: la violencia, la injusticia, etc. ¿Cómo es este camino de vuelta?
En mi caso ha sido mantenerme igual de irreverente, como todo el linaje de mujeres del que provengo; es el habernos negado a vivir bajo el yugo de lo que sea, de un marido maltratador, un trabajo en el que te discriminan, siempre hemos sido cimarronas. Es decir, tener que luchar por mi libertad, a pesar de saber que ya soy libre.

La esclavitud no siempre es la historia de rapto, de dolor y sometimiento, es también la historia de la supervivencia y de la resistencia, de las alianzas afro-indígenas que tuvieron que sostenerse para que yo hoy pueda estar aquí parada.

Si las negras no se aliaban con las runas en ese punto, tal vez la historia de ambas hubiese sido diferente. Yo vengo de un linaje de mujeres bien arrechas, de hombres que han visto mujeres casi súper humanas y han entendido su valor e importancia.

¿Cómo se siente al sostener este mensaje de resistencia?
Siempre he tratado de estar fuera de lo común, para sostener la originalidad, muchas veces me dije no voy a hacer folclore, porque no soy folclórica, no estoy para entretener. Lo que yo hago es pasarte la información, mientras lo disfrutas. Ese es el truco.

¿Cuándo descubriste este truco?
Desde siempre en Esmeraldas, todo se canta, todos cantan, y cuando tú escuchas el bochinche de las viejas en la esquina, si le pones un beat de fondo eso es un rap. Todo, con un ritmo, es mucho más digerible.
Cuando yo rapeo, inclusive las cosas que la gente no quiere escuchar, aunque no les guste lo que escuchan, el tono no molesta, entonces, le prestan atención a la letra y empieza un diálogo y dicen ¿por qué esta mujer me está hablando de trabajo infantil? ¿Por qué me habla de la violencia a las mujeres? ¿Por qué todavía dice que hay racismo? El solo hecho de que pueda molestar, provocar de qué hablen para mí eso es bueno.

¿Qué ha influido en tu música?
Empecé como Black Mama hace unos 14 o 15 años, hice reggae un tiempo, todavía lo hago cuando me dan ganas, he hecho salsa, boleros, bachata, y muchos géneros más. Mi inclinación por la música es por buscar un camino de regreso, y por dejar de romantizar ese mensaje alegre que muchas veces se tiene de la música negra.

Existe una canción que a mí me conflictúa, las personas no se dan cuenta de que la letra en realidad habla de dolor, de tristeza, yo nunca canto ni bailo ‘No le pegue a la negra’ pues habla de los azotes que recibe una mujer. Y la gente la baila y eso a mí esto me descoloca.

Yo podría rapear sobre dinero, de las veces que me han roto el corazón, pero eso no va a cambiar la historia de los niños de donde yo vengo, no va a cambiar el pensar que un negro va a robar. Eso no lo cambia. Pero si saliendo de un concierto te dije lo suficiente, con mis letras, lo pensarás dos veces.

Quiero hacer música que mis hijos también puedan escuchar. Así tengan malas palabras, creo que no existen las malas palabras, sino malas intenciones; decirme ‘negra’ de forma cariñosa, es una cosa; pero decírmelo despectivamente es una mala palabra, ¿me entiendes? Así existan palabras de grueso calibre dentro de mis canciones, yo necesito que mis y quienes me escuchan entiendan de qué yo hablo.

Este sábado 22 de julio te vas a presentar en el Sucre Viajero de Carapungo, y va a haber una parte en la que compartirás escenario con la Orquesta de Instrumentos Andinos, ¿qué se está preparando?

Se viene una fusión de estilo con Black Mama y la Orquesta de Instrumentos Andinos. Vamos a hacer una fanesca, una bandera de varios ritmos. Estoy contenta porque hice una adaptación de una canción ancestral de mi tierra, una canción que se extiende a todo lo largo del Pacífico, se la canta en Venezuela, en Colombia, en los otros palenques, y le puse mi letra. Quienes asistan escucharán mis mensajes, con músicos, sosteniéndome, quienes asistan disfrutarán y sobre todo abrían sus conciencias.

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