El Monasterio de las Madres Agustinas de la Encarnación un espacio para la reflexión y los productos artesanales

Caminar por la loma de San Juan, en el centro histórico de Quito, y encontrarse allí en las alturas un convento de religiosas que viven y trabajan en claustro, es, a pesar del ruido de las calles que lo rodea, llegar a un espacio de silencio, oración y trabajo.

El lugar en el que se ubica el monasterio, en tiempos incaicos fue un templo sagrado llamado ‘de las vírgenes del sol’, luego se asentaron los padres Agustinos y finalmente, se transformó en el Monasterio de las Agustinas de la Encarnación un edificio adecuado para su vida contemplativa.

Las religiosas del monasterio de las Madres Agustinas de la Encarnación vinieron al Ecuador desde Popayán, lugar que debieron abandonar, por la ‘exclaustración’ proceso por el que se sale de la vida religiosa del claustro, decretada por Tomás Cipriano Mosquera.

Desde hace 145 años, las religiosas que han habitado en el Monasterio se dedican a la oración. Para ayudar con los gastos que este espacio requiere, impulsan la producción de diferentes artículos entre ellos: chocolates y trufas, tortas caseras: mousse de fresa, maracuyá y mora, galletas, licor de canario, vino de consagrar. Otros productos que promocionan son los kits de belleza elaborados sobre la base de rosas y también toallas bordadas (personalizadas).

La madre Ana Lucía del Espíritu Santo, priora del monasterio, indicó que la orden se encuentra en Quito desde el año de 1864, “la congregación se fundó en el siglo XVI, en Colombia-Popayán, por la exclaustración de las madres se vieron forzadas a salir de ese país y buscar asilo en Ecuador”, al momento no son muchas las religiosas que forman parte de la vida monacal en este claustro; sin embargo, considera que poco a poco las vocaciones aumentarán.

“La vida contemplativa, la vida monástica en sí es muy antigua. Es nacida del espíritu. Es algo de Dios. Es una vida de oración y de trabajo: ‘ora et labora’. Las madres agustinas tenemos cuatro pilares fundamentales que es la oración, la vida comunitaria, la formación y el trabajo, en estos cuatro pilares gira nuestra vida y entrega a Dios”.

Las religiosas dedican parte de su tiempo a la producción de varias mercancías que les permiten el sustento para ellas y para mantener la edificación. “Tenemos variedad en la línea de la repostería, la cosmética, allí se destacan el agua de rosas, el champú de romero. Contamos con pasteles caseros, galletas, delicados, moncaibas, chocolates”.

Recalcó que es importante que la ciudadanía conozca la vida monástica “vivimos en un mundo que no valora la oración, es necesario saber que está es la base de la iglesia”.

La priora invitó a conocer y adquirir “estos productos hechos en silencio, en soledad, bajo la oración y enriquecidos con la calidad, de esta manera subsistimos”.

La religiosa es enfática al decir que al dejar la vida y recluirse en el monasterio le ha permitido ganar todo lo que da la espiritualidad. “Aquí he ganado mucho, he encontrado mucho más de lo que yo hubiese podido imaginar. San Agustín dice en las confesiones: ‘Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, que tarde te amé, que tarde te conocí. Tú estabas dentro, más yo te buscaba afuera’; cuando uno llega a conocer que tenemos algo que mirar hacia arriba y entiende que somos pasajeros, es otra cosa”.

El Monasterio de las Madres Agustinas de la Encarnación está ubicado en las calles Galápagos y Benalcázar, atienden de 09:00 a 17:00 de lunes a sábado. También cuentan con servicio a domicilio para eso se puede llamar al número celular 0993028809. Cuenta con página de Facebook donde publican los productos que elaboran https://www.facebook.com/madres.agustinas

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